¿ A quien está dirigido ?

Es la voz interior que todos llevamos dentro quien nos sana, cuando se da la inspiración filosófica que proporciona el entrenamiento espiritual que se desarrolla en el diálogo filosófico. Así que, esta práctica, por sus características está abierta a todo el mundo. A todos los hombres les es posible conocerse a sí mismos y pensar la verdad, decía el filósofo Heráclito.
Es importante tener en cuenta que el consultante no necesita tener conocimiento alguno de Filosofía, ya que es el orientador quien con su formación le conduce, por medio del diálogo, a una práctica individual de reflexión sobre sus pensamientos y circunstancias, para que logre oír su voz interior y, por sí mismo, pueda tomar sus propias decisiones.
Esta técnica está dirigida a personas que no padecen enfermedades mentales pero que se encuentran contrariadas por conflictos existenciales que necesitan ser aclarados y que, en un momento u otro de nuestra vida, todos nos encontramos en alguna situación semejante. Existen cuestiones que nos preocupan a todos –el amor, la pareja, la familia, el sexo, el trabajo, el dinero, las amistades, la felicidad, la confianza, la tranquilidad, la paz–. Sobre estas inquietudes la orientación filosófica ejerce una labor de práctica espiritual que contribuye a esclarecer las dudas, al mismo tiempo que ayuda a conocerse a uno mismo. Heráclito decía, también, el camino que me ha llevado a conocer la verdad ha sido el de haber indagado en el fondo de mí mismo.
Estas dificultades, que tienen su influencia en nuestra vida cotidiana, operan en desacuerdo con nuestra auténtica manera de pensar, llegando a causar una desarmonía espiritual y corporal que demanda ser equilibrada. El filósofo tiene la tarea de ayudar al asesorado a parir y a madurar su filosofía personal, su propia filosofía de vida que se encuentra latente en lo más profundo de su interior. Nadie es ni demasiado joven ni está demasiado lejos de su mejor edad para lograr la salud de su espíritu, nos recuerda Epicuro; pues lo primero y más importante es, decía Sócrates, el cuidado y el perfeccionamiento del alma.